Estas son las aventuras :) que le ocurren a un peruano cuando decide emigrar.

miércoles, junio 11, 2008

Curro Rizitos de Oro y los Tres Ositos Programadores

En la oficina donde estoy asignado, trabaja conmigo el "seor" Franciso Javier, Curro para los amigos, bueno, la verdad es que no me acordaba de su nombre completo, lo tuve que buscar en mi lista de direcciones, eso debido a que Curro es el grito de guerra por el cual es invocado nuestro anonimo heroe...

Curro, en español de España, significa chamba en peruano, me cuentan por ahi que a los Francisco le dicen Curro, pero solo en la zona de Andalucia

Bueno, sigo, maese Curro es todo un friki, es de los mas frikis que conozco, creo que en el ultimo frikitest rompio el barometro del frikismo.

Tambien se le da por escribir, y con permiso de el, transcribo uno de sus mayores exitos literiarios. Dos puntos aparte y digo clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap, con ustedes el maese Curro en....

Curro Rizitos de Oro y los Tres Ositos Programadores

Había una vez, en un país lejano, una oficinita en la que vivía una familia de ositos de Coritel. Estaban Manolo, que era el Papá Oso, Ana -la Mamá Osa- y Sheila, la Osita.
Un día, los tres ositos hicieron un programa en cobol. Pero cuando lanzaron el proceso, el servidor estaba ocupado.
-Vamos a dar un paseo y a tomar un café -propuso Ana-Mamá Osa-. Puede que, para cuando volvamos, el servidor esté listo. ¿Quieres, Papá Oso?
-¡No! -respondió Manolo, como siempre; pero al final fue que sí y se marcharon a la cafetería.
En esto que iba por la oficina Curro Rizitos de Oro, con una peluca dorada comprada en los chinos de su barrio. No tenía trabajo porque sus supervisores pasaban de él, y, cuando llegó a la oficina, la encontró vacía.
Sentóse primero en la silla de Papá Oso, pero no era de su gusto:
-¡Está silla es demasiado alta para mí! -dijo, y aunque intentó acomodarla, no lo consiguió del todo-. Esta niña pequeña que me mira desde la alfombrilla, el calendario y la pantalla me está dando mucho miedo… -Y busco por los cajones de Papá Oso, pero no encontró nada más que chicles, y estaba malo de la tripita, por lo que no los tomó.
Fue a sentarse en la silla de Mamá Osa, pero tampoco era del todo de su agrado:
-¡Esta silla está demasiado baja para mí! -se quejó Rizitos-. Además, aquí sólo hay una pokeball llena de chicles baratos, ¡y son malos para mi tripita! -Y por más que rebuscó, no halló nada que pudiera llevarse a la boca.
Llegó por fin al sitio de Sheila la Osita.
-¡Oh!, esta silla sí me vale -dijo feliz-. ¡Y todas estás infusiones que hay aquí me vendrán bien para la tripita!
Y una vez se preparó las infusiones, abrió un CUBATA:: y se puso con el proceso. Abrió el código de Papá Oso, y trató de entenderlo.
-¡Este código es demasiado complejo para mí! se quejó con la ya acostumbrada voz de cuento. Corrigió unos cuantos estándares, puso todos los puntos que le faltaban al cobol y luego lo dio por imposible y cerró el código.
Probó con el código de Mamá Bordoy, revisándolo.
-¡Este código es demasiado desestandarizado! -dijo; y aunque quitó los millones de tabuladores que lo afeaban, no fue suficiente, así que lo cerró también.
Le tocó el turno al código de la Osita, y comprobó feliz que era sencillo y organizado, y que cumplía la mayoría de los estándares.
-¡Este código sí está bien! -Y dio buena cuenta de él, acabándolo. Después, se fue al Feliz Mundo de Curro y se quedó abstraído.
Llegaron de nuevo los tres osos de la cafetería, tras su largo paseo. Cuando Manolo-Papá Oso llegó a su puesto de trabajo, exclamó con voz atronadora:
-¡Alguien ha hurgado en mis cajones y se ha llevado el celo para poner postales!
Mamá Osa, preocupada, gritó:
-¡Alguien ha hurgado también en los míos y ha rechazado los chicles de mis pokeballs!
Y la Osita, muy triste, añadió:
-Pues alguien abrió mis cajones… ¡y se comió todas mis infusiones!
Acto seguido, Papá Oso, que seguía con su inspección, informó de que…
-¡Alguien ha cotilleado mi código y me ha cambiado algo!
Mamá Osa no esperó ni un segundo para decir:
-¡Alguien ha entrado en el mío y también ha cambiado algo!
Y Sheila Osita, ya con una lagrimita en los ojos, dijo:
-Pues alguien ha abierto mi fuente… ¡y me ha acabado el programa dejándome con el marrón de hacer las pruebas!
Antes de poder asimilar lo descubierto hasta ahora, dijo Papá Oso:
-¡Alguien se ha sentado en mi silla!
Y para seguir con la insufrible linealidad de la historia, fue Mamá Osa la siguiente al decir…:
-¡Alguien se ha sentado en mi silla!
Por supuesto, la Osita tenía que agregar…:
-¡Alguien se ha sentado en mi silla… y sigue ahí!
Y entonces vieron a Curro Rizitos de Oro, empanado en su mundo, sentado en la silla; y él no había reparado en la presencia de los ositos.
-Y… -dijo Manolo- ¿no te podías haber dado cuenta de que éste está aquí antes de lo de las infusiones y lo del código?
-Nadie me preguntó… -respondió la Osita.
Se acercaron los tres a Curro y, asombrados y timoratos, alargaron sus manos y le zarandearon para que volviera en sí. Curro así lo hizo, y se asustó mucho a ver a dos osos-analistas programador y una osita-programadora junior, por lo que se levantó de un salto y salió corriendo.
Y se fue de vacaciones una semana a las fiestas de su pueblo, dejándoles el marrón a los ositos.
Y colorín colorado, que poco hoy he currado.

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